Día 1
Llevo diez horas en el stand, con breves salidas para almorzar y para ir al baño. Cobro. Abro el talonario. La pregunta es automática: a nombre de quién: Cárlos Mérida, dice el primero; Rubén Darío, el siguiente; Enrique Juárez, el otro; y Miguel Ángel algo, el último. Eso solo pasa en dos lugares: en las ferias del libro y en el infierno.
Día 2
“Pase adelante, los libros no muerden”, dice mi jefe, sentado a mi lado. Yo sonrío mientras siento debajo de mi pierna los cuentos de Rubem Fonseca que compré durante mi hora de almuerzo. Claro que no muerden –pienso- : los libros patean al pecho.
Día 3
La mujer se acerca y pregunta: ¿tienen libros de pedagogía crítica?… No –respondo- aquí solo trabajamos con literatura guatemalteca. Pocos minutos después la misma mujer se acerca y pregunta: ¿tienen libros de pedagogía crítica? Sólo muevo la cabeza: dejavú.
Día 4
¿Por qué hacen dos facturas? -pregunta el cliente con desconfianza-: no son facturas, el Estado no factura. Este –le digo mientras levanto el papel- el de la contraloría, es el que le sirve de manera contable, el otro solo es un detalle. El hombre sonríe, complacido, casi coqueto, le gustan los detalles.
Día 5
Hola, Vania, te presento a Vania / mucho gusto - decimos las dos al mismo tiempo- Vania / y a partir de ese momento cargo una leve confusión.
Día 6
Los existencialistas:
Día 7
El salón de las banderas está lleno. Es la entrega del Premio Nacional: el ministro le impone la medalla al escritor, la viceministra le entrega el diploma. Ahora - dice el entacuchado presentador- vamos a escuchar el discurso del Premio Nobel de Literatura. El escritor sonríe.
Día 8
Allí viene otra vez. Es un niño precioso. Le brillan los ojos. El pelo en desorden. Se mueve por el lugar como si le perteneciera. Como si nada le importara tanto porque todo le importa al mismo tiempo. Hay en él, como en los otros, una crueldad innata. La siento cuando me mira de reojo y no deja de sonreír. No ha de tener más de veinte años, y sabe que lo he estado observando.
Día 9
…
Día 10
…
10 comentarios:
excelente, ya hacías mucha falta, espero que ahora si sepas quien soy...y sigo exigiendo mi libro...
me doy pena
como no la pude reconocer
compre la toma 4
solo por su libro
y perdi la oportunidad de su firmita
en otra ocasion sera
me gusto mucho el stand de e cultura
Como esta de moda en estos ambientes, que monstruosamente hermoso escribis, un abrazo.
Ya te están echando flores... El pelón que pusieron de maestro de ceremonias en la entrega del premio nacional de literatura me recordó mucho a un actor que salió en varias películas del Santo. Repitió dos veces lo del premio Nobel. Y a no olvidar la inclusión de Otto René Castillo como miembro de la generacion del 40, sustituyendo a Otto Raúl González. Lo malo de llegar a cierta edad y posición es la pérdida de memoria. Lástima que los héroes envejezcan.
Día 11. El personal barre poemas sueltos, esparcidos en el suelo.
Carmencita: ahora sí sé quién sos. Buena onda, paso a tu oficina al raun. eee.
Anónimo (a): gracias por comprar el librito, alli me cuenta cómo le va con la lectura. Lástima, cierto, me hubier gustado saludarlo (a). Otra vez será. Saludos.
Lester: gracias por la flor. :)
Eddy: Yo no escuché lo de Castillo, me perdí por ratos, me cuesta hacer dos cosas al mismo tiempo. Pero suele suceder, los actos protocolarios, tan serios ellos, tienen momentos memorables.
Diego: me llegas!!!
saludos a todos gracias por pasar.
que dia era?
Es probable que diez horas en un stand provoquen traspapeleos...
el domingo leyendo un cuento y zaz que vienen a mi mente unos libritos alamedinos...
Ya decia yo, ya decía yo...
Engler
Engler: si usté fue víctima de mi atolondramiento, cierto. Que esté mejor, en serio. Libritos alamedinos? sí, era patojita yo, disculpe las cursilerías que encuentre por allí. Saludos.
Me gustó el relato, me sitúa en FILGUA un poco más transparente, mostrando lo que hay que ver. Por cierto, te compré un par de libros en el stand. Di por el papelito del Estado, que también me destanteé cuando lo recibí. Te invito a mi blog. Felicidades por el libro.
Alvaro: Buena onda, gracias por pasar por aquí. Te devuelvo la visita. saludos
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