El tráfico de la avenida se extendía a lo largo de varios kilómetros. Los carros avanzaban con lentitud, se detenían. A través de las ventanillas se dibujaba el tedio.
La mujer caminaba con paso firme por la banqueta paralela al atasco. Por ratos los mismos autos la dejaban atrás; por ratos ella se les adelantaba.
Desde una ventanilla polarizada, que había rebasado varias veces, surgió una voz: ¡Perra!, le gritaron. No volteó, sonrió. Se sintió Cadejo.
2 comentarios:
Me sacaste la sonrisa de la tarde :)
Muy buen escrito
¿Insulto? ¿Piropo denigrante?
Enigmático, sí, un buen texto
Saludos.
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