jueves, 15 de marzo de 2012

Atolladero

El tráfico de la avenida se extendía a lo largo de varios kilómetros. Los carros avanzaban con lentitud, se detenían. A través de las ventanillas se dibujaba el tedio. 
La mujer caminaba con paso firme por la banqueta paralela al atasco. Por ratos los mismos autos la dejaban atrás; por ratos ella se les adelantaba.
Desde una ventanilla polarizada, que había rebasado varias veces, surgió una voz: ¡Perra!, le gritaron. No volteó, sonrió. Se sintió Cadejo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sacaste la sonrisa de la tarde :)
Muy buen escrito

Germán Hernández dijo...

¿Insulto? ¿Piropo denigrante?

Enigmático, sí, un buen texto

Saludos.