viernes, 8 de febrero de 2008

Lida Sal



Una tarde de verano y ella envuelta en lentejuelas: metáfora viviente del sol en su recorrido suicida, cotidiano, rumbo al fondo del mar en busca de su reflejo.
Narciso, Ofelia, Lida Sal, y a sus pies una imagen acuática deforme, inestable, reflejo del miedo, de su alma sacudida por ese temblor interno que provoca la certeza escondida de las batallas perdidas. Creer en lo imposible es abrazar el abismo.

2 comentarios:

Rex Mamey dijo...

Junto a Mulata de Tal y Tres de Cuatro Soles, este libro también llena la expectativas de aquellos que buscamos la ficción más vernácula, más nuestra. Gracias por el recuerdo y por el instante.

Paz!

diego dijo...

Asturias, el plisador de la prosa, Asturias, el navegante del océano de psilocibina. Bella imagen. d.