sábado, 3 de mayo de 2008

Prohibido leer



Hay palabras, frases, ideas con las que a veces nos damos de nariz, y si alguna vez tuvieron algún sentido, de repente las encontramos absurdas: como hablar de teoría literaria en un autobús sobre el puente El Incienso; pelear porque no hay suficiente apoyo al arte, mientras el indigente de la esquina escarba el basurero; o decir, en Guatemala, que abril es el mes para celebrar a los libros, a Shakespeare y a Cervantes. Aquí está prohibido leer. Aquí, en primera instancia, hay que sobrevivir.
En este contexto, dejo unas cuantas reglas estipuladas por la cotidianidad.
Regla número uno: nunca suba a un bus urbano con un libro en la mano. Empezando porque, con suerte, logrará asentar el primer pie dentro del bus aún en movimiento, y si cuando llegue el primer cambio de velocidad no ha logrado agarrarse de algo o de alguien, puede resultar en el regazo de la señora de la primera fila o, quizás, logre evitar una caída estrepitosa, detenido contra la pared humana que forman los pasajeros acomodados de pie. Una vez estable, hay que centrarse en asegurar las pertenencias, y empezar a idear la manera de alcanzar la puerta cuando necesite bajar.
Si, acaso, logró encontrar un asiento vacío, el libro será un buen instrumento para cubrirse del sol o prestárselo al vecino para que lo utilice como almohadita-contra-la-ventana, ya que aparentemente él será uno de los que puede dormir con lo último del Reggaetón a todo volumen.
Regla número dos: si no quiere salir lastimado o maltratado, nunca le pregunte en la calle, a un desconocido, por qué no lee. Basta con abrir medianamente los ojos para darse cuenta que está pensando en la escuela de sus hijos, el rescate de la hipoteca, cómo cubrir la lista de fiado en la tienda, o simplemente en qué hacer para conseguir más dinero para vivir – y no dignamente- para vivir, a secas.
Regla número tres: si, por fortuna, estos no fueran los problemas que aquejan a su clase social, pero, en cambio, sufre de horror al silencio y la soledad, tiene miedo a metaposicionarse sobre su realidad inmediata, le da terror llevar la contraria, hacer ejercicio mental en busca de la lucidez, y alimentar su imaginación. Manténganse alejado de la literatura.
Regla número cuatro: si, por casualidad, usted fuera parte del extraño uno por ciento de lectores con los que cuenta el país, hace su ahorrito mensual para alimentar su biblioteca familiar a fin de año, o bien, visita librerías con regularidad y se indigna con los precios del mercado, incluidos los de los libros usados: nunca piense que el Gobierno puede hacer algo por usted o por bajar los absurdamente exagerados impuestos que pesan sobre los libros. Como se imaginará, hay negocios estatales cuyas consecuencias no son rentables. (Remítase a la regla número tres).
El panorama no es alentador. En este país no se puede leer. Con todo esto, no termino de comprender cómo no se me quita esta manía de escribir, que, en realidad, no dista mucho de la de estar hablando sola.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonita reflexión y te motivo a seguir escribiendo, siempre habrá alguien que te lea, en especial con tan buenos textos escritos por ti.

Saludos.

la-filistea dijo...

Exacto,te equivocas al pensar que estás hablando sola.

Extraña realidad la de nuestro país cuando uno la cuenta por acá, no la te la creen, porque yo cuándo puedo evitar la manejada lo hago con gusto, para irme en el tren leyendo (cosa que sería difícil en Guatemala).

No, no estoy restregando una realidad divina que a hora vivo, sino que entiendo perfectamente las cuatro reglas que rigen en Guatemala a los que siempre tuvimos el vicio de libros.
Los precios.¡Ni pensarlo!.Cortar el sueldo de las cosas básicas y ultranecesarias para comprar un libro es un sacrificio-lujo, que poquísimos hacen por allá.

Vania, no dejés de escribir.

Antonio González dijo...

para todo hay soluciones, lamentablemente, requieren otro tipo de esfuerzos. Por ejemplo, hace poco hice una visita virtual a la biblioteca de una universidad y encontré gran cantidad de libros interesantísimos sobre teatro. La sorpresa fue- una vez más- que éstos libros tienen una sola copia y no se pueden sacar, yo me pregunto... cuántas personas consultarán éstos libros? nunca he sido -ni seré- un lector consumado, siempre he pensado que en las circunstancias en las que menciona un libro sirve para cualquier otra cosa menos para leerse (en el caso del bus, específicamente). abordó usted algunos casos interesantes, pero creo que el panorama se repite en otros países (aunque claro, el nuestro es un caso especialmente crítico). pero igual, creo que no queda más que seguir contra la marea. saludos y excelente post!!!

PROSÓDICA dijo...

Concuerdo con la Filis y el Pepe Vania, no dejes de escribir por nada. Te leo hace poco tiempo, y ya puedo decirte que disfruto tus letras tan bien armadas, tan limpias, tan organizadas y sobre todo TAN TUYAS.
Siempre hay alguien que lee y algunos mas que lo hacen con gusto. Y eso de hablar sola, "ni hablar" jajajja yo lo hago todo el tiempo, pero se siente rico darle forma en el papel y color negro a tanta idea y sentimiento.

En las pocas veces que me he subido a una camio, te puedo decir que nunca he visto a nadie leyendo. Disfruto de ir a las ventas de libros y pasearme por los pasillos......aunque no pueda comprar ninguno por lo caros!!! o aveces, cuando hay buenas gangas, salir con mas de dos que no hay forma que pueda leer.

abrazos amiga

PROSÓDICA dijo...

P.D. sos tu la de la tele en tu foto del perfil???

Petoulqui dijo...

¿En este país no se puede leer?

Contrario a lo que escribe Prosódica (no sé si será sarcasmo lo de las pocas veces que se ha subido a una camio, y más aún lo de no haber visto "nunca" a "nadie" leyendo), muchos libros los he leído en las unidades de transporte urbano (y extraurbano también).

Y acerca de lo caros que son los libros, si hay algo cierto es que se encuentra lo que se busca. Hemos encontrado buenos ejemplares en la USAC con los mercaderes de libros que tienen sus secciones de Q.10.00.

Que para qué escribir en este país; pues no necesariamente para ser leído. Pero, en todo caso, en el año 2003 recuerdo haber leído una pequeña colección de cuentos titulada "Cuentos Nocturnos" de una tal Vania Vargas y resulta que me gustó. Eso sí, no recuerdo si los leí en una camioneta... pero, a lo mejor.

Saludos.

Julio E. Pellecer S.

Anónimo dijo...

pepe: gracias por el comentario y por el espacio en los blogs de guate. Buena onda

Filis: no, pos no creo que deje de escribir la verdad, como dijera mi cuate Eddy Roma, si para algo vine a este mundo, seguro que fue para eso.

zoomo: cabal usted, cómo da de cólera eso. Pero es que de plano los libros también sirven de colección y de adorno.

Prosódica: tan chula vos, ya sos de mi porra oficial jajaja. abrazos para vos también. y simona, la fotica es un autorretrato ;)

Petoulqui: No hombre!! dónde encontraste el libruco vos? aaaalagran! es un trabajo casi que de adolescencia vos, pero que bueno que te gustó jajaja. Claro y tenés razón. Vos sos una de las grandes excepciones. No niego que he logrado leer, también, en los buses, algunas veces, y puchis, sí he encontrado buenos libros a diez en la calle o en la U: así me cayó uno de la woolf, y el oficio de poeta de pavese a Q3. Jajajaja. A veces uno anda de suerte.

Gabriel Woltke dijo...

con el tiempo he desarrollado una extraña habilidad para leer en los buses, de pie, sentado, con reggeton de fondo, con cumbias, con gordas caderas cerca de mi cara. El vicio no discrimina, y la adicción en ti como en mí de encontrar como echarse su trip tiene.
salú

Anónimo dijo...

jajajaja, cabal gabriel, de plano una cosa es el "hábito de lectura" y otra onda es el vicio. saludos, un gusto verte por aqui.

la-filistea dijo...

¿Algo más que tengas en tus manos para leerte Vania?.

No me gusta darte descansos por qué después lo dejás abandonado a uno.Caray no hay derecho.

Anónimo dijo...

Sí, filis. Gracias por estar pendiente. Lamento la ausencia pero estuve en Xela cubriendo el festival de poesía... date una vuelta por el blog de luna park. un abrazo.