La tentación de inventar, de multiplicarme, de ser otras, me asalta en todo momento. De allí la lectura, de allí la escritura, de allí la fascinación de ser extraña en una ciudad que no es la mía. En donde cada charla fortuita, entre parada y parada de autobús, me permite reinventarme. A veces soy Isabel, y no miento, pero a veces soy Virginia, Silvia, Amanda, Mariel, Melissa o Sofía. Otras veces tengo 19 años, 23, 27, 22, y estudio auditoría, acuicultura, física cuántica o pedagogía. Vivo en la zona 18, en Guajitos, en el piso más alto del Edificio El Centro o en la Colonia Lourdes. Trabajo en Campero, la torre de control del aeropuerto, un restaurante de comida china o en la Megapaca. Y soy de la Pepesca, la isla de Flores, San Carlos Sija o Malacatán.
Ayer amanecí Lucía. Reparé en ello luego de sentarme, en el único espacio vacío del autobús, junto a una mujer bonachona que masticaba despacio unos gajos de naranja y no dejaba de sonreír ni de mirarme sin pudor. Devuelvo la sonrisa y la plática comienza. Qué bueno que me tocó usted, canchita, a mí me gusta viajar con usted./ Sonreí desconcertada./ Hace como una semana la vi en el otro bus. ¿Va para la U?/ Asentí y mentí con timidez./ ¿Qué estudia?/ Ingeniería civil, respondí./ Sí pues… es difícil verdad nena, a mi hijo le costó viera usted. Yo me desvelaba para ayudarlo a hacer sus tareas. Dictame, le decía, yo escribo rápido, y así lo hicimos hasta que salió de Abogado. Lo mismo quería hacer con los otros dos. Allí va uno, el otro no me hizo caso y ahora va a tener gemelos. Ni sabe a lo que se metió, con lo que cuesta todo ahora. ¿De trabajar viene?/ Sí, respondí./ ¿Dónde trabaja?/ En un kiosco, una venta de café./ ¿Pero usted no se ha casado verdad?/ No, dije./ Es que así ya cuesta nena. Mire la patoja esta tuvo que dejar la U, y después se lamentan… Pero usted no es de aquí ¿verdad?/ No, soy de El Jícaro, ¿y usted?, pregunté./ Yo soy de Cuilapa, dijo./ ¿Cuál es su nombre?, dije para participar en la plática./ Rosa Pompilia Escobar Estrada, ¿y el suyo?, lanzó a manera de respuesta. / Lucía, respondí./ Pues yo le digo, nena, que se cuide mucho, ni novio hay que tener. A la hora que les toca se hacen para atrás. A mí me tocó sacar a mis hijos, sola, pero se pudo. Ahora solo extiendo la mano, ellos me mandan a cada poco desde los Estados Unidos, y ya tengo mi casita./ ¡Qué bueno! dije y sonreí./ Ella continuó: a mí por eso me gusta aconsejar a los patojos –regáleme permisito que ya me va a tocar bajar- siempre dicen, ah, la seño Rosa cómo me aconseja./ ¿Ah, usted es maestra? Pregunté. El bus ya se había detenido y la gente empezaba a bajar./ No, dijo la mujer, mientras se alejaba con rumbo a la puerta limpiándose las manos llenas de naranja en el delantal, soy médico y cirujano.
Ayer amanecí Lucía. Reparé en ello luego de sentarme, en el único espacio vacío del autobús, junto a una mujer bonachona que masticaba despacio unos gajos de naranja y no dejaba de sonreír ni de mirarme sin pudor. Devuelvo la sonrisa y la plática comienza. Qué bueno que me tocó usted, canchita, a mí me gusta viajar con usted./ Sonreí desconcertada./ Hace como una semana la vi en el otro bus. ¿Va para la U?/ Asentí y mentí con timidez./ ¿Qué estudia?/ Ingeniería civil, respondí./ Sí pues… es difícil verdad nena, a mi hijo le costó viera usted. Yo me desvelaba para ayudarlo a hacer sus tareas. Dictame, le decía, yo escribo rápido, y así lo hicimos hasta que salió de Abogado. Lo mismo quería hacer con los otros dos. Allí va uno, el otro no me hizo caso y ahora va a tener gemelos. Ni sabe a lo que se metió, con lo que cuesta todo ahora. ¿De trabajar viene?/ Sí, respondí./ ¿Dónde trabaja?/ En un kiosco, una venta de café./ ¿Pero usted no se ha casado verdad?/ No, dije./ Es que así ya cuesta nena. Mire la patoja esta tuvo que dejar la U, y después se lamentan… Pero usted no es de aquí ¿verdad?/ No, soy de El Jícaro, ¿y usted?, pregunté./ Yo soy de Cuilapa, dijo./ ¿Cuál es su nombre?, dije para participar en la plática./ Rosa Pompilia Escobar Estrada, ¿y el suyo?, lanzó a manera de respuesta. / Lucía, respondí./ Pues yo le digo, nena, que se cuide mucho, ni novio hay que tener. A la hora que les toca se hacen para atrás. A mí me tocó sacar a mis hijos, sola, pero se pudo. Ahora solo extiendo la mano, ellos me mandan a cada poco desde los Estados Unidos, y ya tengo mi casita./ ¡Qué bueno! dije y sonreí./ Ella continuó: a mí por eso me gusta aconsejar a los patojos –regáleme permisito que ya me va a tocar bajar- siempre dicen, ah, la seño Rosa cómo me aconseja./ ¿Ah, usted es maestra? Pregunté. El bus ya se había detenido y la gente empezaba a bajar./ No, dijo la mujer, mientras se alejaba con rumbo a la puerta limpiándose las manos llenas de naranja en el delantal, soy médico y cirujano.
8 comentarios:
Me late que se dió cuenta del juego y te lo siguió. :=)
Si sos matadora de brújulas no me extrañan para nada las fantasías (como bautizé a tus juegos).
Ya acepté la invitación:Tengo siete hijos, una cocina que huele a tortillas recién hechas y a las tres de la tarde me esperan las bolas de lana junto a las agujas, ahí es cuando la hago de arañita.
Abrazos.
Escribir es plagiar el instante
crear puentes en llamas
vituperear la omnipotencia de Dios
alumbrar nuevas naturalezas
Menester es perderle el respeto a la Bida...
venid a los espejos reveladores del abismo, compañeros!
Introinventarse un otro, el uno, los yo´s aparentes… explotarlos en interacción: suplantarse; vaya alteridad. Excelente.
Saludos.
Ser otras y siemrpe ser las mismas, pero otras.
Qué bien este texto, limpio, fiel a la anécdota. Un buen final, no se cae por ningún lado.
Aprovecho para decirte que ya casi te mando el reportaje. No he tenido buenos días y sí mucho trabajo, clases y más clases.
Te mando saludos y mucho afecto.
Le quedó bonita la historia, "Lucía".
Hubo un tiempo cuando a mí también me gustaba cambiarme de nombre. Una vez fui Pepe, y la otra Jacobo (para una improvisada lectura de poesía en el Instituto Belén).
Parte de esto (la literatura) parece ser el tener crisis de identidad o sufrir desdoblamientos de personalidad.
Saludos de parte de Julio P.
Pd. Y justo me encuentro con esto cuando estoy leyendo "El exorcista" de William Peter Blatty. No cabe duda de que "esto" (la vida) parece una antinovela...
Me alegra mucho saber que una de tus personalidades es jicareña. Saludos.
Qué chingón tu texto mano, me llega esa velocidad, velocidad de burra pasando el puente del incienso... dos pulgares arriba!
Me goce el texto divertido, Vania. Yo tambien suelo jugar a lo mismo de vez en cuando :)
Muy buena foto la de las mascaras.
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