Para la Chiva, a minha irmã
De eso se trata, de resetear la vida sin acariciar el fin. Resucitar gatunamente de las muertes cotidianas, ante el asombro, la desaprobación o el guiño, y respirar profundo. Cambiar de piel, de ciudad, de apellido. Saltar, con los ojos bien abiertos. Tener la certeza de que siempre debe haber otro lugar, otra suerte, otra manera, y que la vida puede ser otra cosa.
Irse también requiere de vocación. Valor para obedecer el llamado. Entender, como Pavese, que lo importante de tener una casa, un pueblo, un país, es tener un lugar de donde largarse.
Hay que emigrar. Cortar lazos, ombligos, cadenas, no voltear. Disfrutar de ser extraños y de que ignoren los nombres, las historias, los motivos. Saborear la oportunidad de reinventarnos. Y sentirnos afortunados de guardar, siempre, bajo la manga, un “allá” como posibilidad, un archivo mental para recurrir a él cuando nos apriete el cuello la nostalgia.
La distancia, al fin y al cabo, es saludable. Regala una visión panorámica del primer escalón, activa el sentido de pertenencia y así, lejos de todo, de todos, nos acerca más a la comprensión de nosotros mismos, de lo que se quedó.
Hace bien sentirse turista, vivir de paso, ser un recién llegado, un observador despierto ante la pérdida del asombro que provoca la rutina.
Hay que salir a caminar, perderse un par de horas, bautizar algún lugar como “casa”, marcar nuevos territorios, acariciarlos sin echar raíces. Comparar. Disfrutar las diferencias. Alimentar las ganas de volver –por qué no- aunque sea solo para visitar a los que no hemos encontrado la fuerza suficiente para levantar el ancla.
Se lo digo ahora que ya le dije adiós, que ya no me abruman la pared pintada a medias, los cuartos semivacíos, el eco que llena las casas que se están quedando solas, las maletas en el suelo ni las cajas llenas con las cosas que no se van.
Lo hago hora, sin reír con torpeza, sin hacer preguntas tontas para llenar el silencio. Desde aquí, desde donde no es tan fácil que se quiebren las palabras.
De eso se trata, de resetear la vida sin acariciar el fin. Resucitar gatunamente de las muertes cotidianas, ante el asombro, la desaprobación o el guiño, y respirar profundo. Cambiar de piel, de ciudad, de apellido. Saltar, con los ojos bien abiertos. Tener la certeza de que siempre debe haber otro lugar, otra suerte, otra manera, y que la vida puede ser otra cosa.
Irse también requiere de vocación. Valor para obedecer el llamado. Entender, como Pavese, que lo importante de tener una casa, un pueblo, un país, es tener un lugar de donde largarse.
Hay que emigrar. Cortar lazos, ombligos, cadenas, no voltear. Disfrutar de ser extraños y de que ignoren los nombres, las historias, los motivos. Saborear la oportunidad de reinventarnos. Y sentirnos afortunados de guardar, siempre, bajo la manga, un “allá” como posibilidad, un archivo mental para recurrir a él cuando nos apriete el cuello la nostalgia.
La distancia, al fin y al cabo, es saludable. Regala una visión panorámica del primer escalón, activa el sentido de pertenencia y así, lejos de todo, de todos, nos acerca más a la comprensión de nosotros mismos, de lo que se quedó.
Hace bien sentirse turista, vivir de paso, ser un recién llegado, un observador despierto ante la pérdida del asombro que provoca la rutina.
Hay que salir a caminar, perderse un par de horas, bautizar algún lugar como “casa”, marcar nuevos territorios, acariciarlos sin echar raíces. Comparar. Disfrutar las diferencias. Alimentar las ganas de volver –por qué no- aunque sea solo para visitar a los que no hemos encontrado la fuerza suficiente para levantar el ancla.
Se lo digo ahora que ya le dije adiós, que ya no me abruman la pared pintada a medias, los cuartos semivacíos, el eco que llena las casas que se están quedando solas, las maletas en el suelo ni las cajas llenas con las cosas que no se van.
Lo hago hora, sin reír con torpeza, sin hacer preguntas tontas para llenar el silencio. Desde aquí, desde donde no es tan fácil que se quiebren las palabras.
La imagen es del maestro Chema Madoz
3 comentarios:
No tengo palabras, solo un par de lagrimas. GRACIAS
Solo una persona que me conoce tanto podria describir lo que estoy viviendo que todavia no entiendo pero que despues de hoy voy a aceptar mejor.
Sentidas palabras vos, de plano, tu mera hermana... pero no entiendo bien, se nos va la chiva? Si es así chiva, buen viaje!
Me encantó. Irse, el mejor de los alivios aún cuando a veces se traduzca en el peor de los errores. No importa. Yo que me he ido agradezco las partidas porque son aventuras y nos nutren.
Saludos y abrazos,
Alma Karla
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