La mujer, a quien nunca había visto antes y que observaba en ese momento frente a mí, en el espejo de un baño público, era yo.
Se volteó y subió –subí- por las gradas que llevaban al lugar en donde debía esperar la llegada de un autobús. Sabía que antes de abordarlo, el artefacto que había recogido y guardado con ingenuidad entre la bolsa iba a explotar. Lo sabía yo, ella no.
Y allí, en la orilla del camino, observábamos a la gente que pasaba sin mirarnos. Yo temía matarlos a todos, ella no. Y paradas, con la bolsa bajo el brazo, ella en paz y yo con angustia, sólo esperábamos.
4 comentarios:
...me gustó mucho...un abrazo.
Que escena tan genial!! Saludos Vania!
Gracias por visitar este espacio, muchá. Un abrazo para ustedes.
Me fascina todo lo que escribís... Jeje me alegra mucho saber que estas triunfando Vania. Exitos! Att: La polita. Jeje
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