Que yo recuerde, la infancia es literatura. El inicio del gran relato que todos protagonizamos.
La mente infantil es una especie de mundo paralelo en el que se gestan grandes episodios, mágicos, coloridos, que imitan y retuercen la realidad inmediata, y la que regala el televisor. Todo es un juego: la vida en sí misma, el trabajo, el peligro.
A medida que vamos creciendo, nos obligan a tomar las cosas en serio, incluida la imitación de un papel social hereditario. Sin embargo, salimos a la vida solos, y la realidad, muchas veces, se convierte en un espejo que refleja al revés el mundo que nos construyeron en la cabeza.
Conforme pasa el tiempo nos damos cuenta de que sólo un mínimo porcentaje de todo lo que nos introyectaron resulta ser tal y como nos dijeron. Paradójicamente, lo más inverosímil, lo más apocalíptico.
Hoy, una de cada cinco personas en el mundo ya no tiene acceso al agua potable; y otro día cualquiera, una ciudad amanece hundida en basura, mal olor, y explosiones de violencia ante la desesperación.
Ahora, por causa del cambio climático, hay que salir con suéter en pleno verano, pedir que llueva pronto, luego pedir que deje de llover, mientras en un lugar no muy lejano la gente se muere del calor.
Por otro lado, el petróleo va rumbo a ser parte de la historia, en tanto se experimenta con otros tipos de energía. Y en ese camino, el uso del maíz para crear bio-combustibles amenaza con rivalizar con la producción de alimentos: resultado: el hambre.
Y a un paso de la crisis económica, Estados Unidos invierte 60 millones de dólares para enviar un misil al espacio con el fin de salvar a la humanidad; mientras que, aquí en la Tierra, empieza el desprendimiento de los glaciares, y la amenaza de la contaminación se extiende sobre el océano Pacífico, en forma de una mancha flotante de basura plástica que duplica en tamaño al territorio gringo.
Es así como llega temprano el cumplimiento de las profecías de la Ciencia Ficción. Hoy, Philiph Dick es rey, y Hollywood está en vigencia. Basta con ver los noticieros para ser testigos de cómo se difuminan los límites entre la realidad y lo que una vez imaginamos.
En otros aspectos las piezas siguen sin encajar. Sólo por mencionar los más generales, un día nos dijeron que éramos el futuro, pero también aprendimos a relegar esa responsabilidad, y aseguraron que con el paso de los años las cosas iban a mejorar. Hasta hoy, la espera se alarga. Quién sabe cuánto tiempo más durará.
La mente infantil es una especie de mundo paralelo en el que se gestan grandes episodios, mágicos, coloridos, que imitan y retuercen la realidad inmediata, y la que regala el televisor. Todo es un juego: la vida en sí misma, el trabajo, el peligro.
A medida que vamos creciendo, nos obligan a tomar las cosas en serio, incluida la imitación de un papel social hereditario. Sin embargo, salimos a la vida solos, y la realidad, muchas veces, se convierte en un espejo que refleja al revés el mundo que nos construyeron en la cabeza.
Conforme pasa el tiempo nos damos cuenta de que sólo un mínimo porcentaje de todo lo que nos introyectaron resulta ser tal y como nos dijeron. Paradójicamente, lo más inverosímil, lo más apocalíptico.
Hoy, una de cada cinco personas en el mundo ya no tiene acceso al agua potable; y otro día cualquiera, una ciudad amanece hundida en basura, mal olor, y explosiones de violencia ante la desesperación.
Ahora, por causa del cambio climático, hay que salir con suéter en pleno verano, pedir que llueva pronto, luego pedir que deje de llover, mientras en un lugar no muy lejano la gente se muere del calor.
Por otro lado, el petróleo va rumbo a ser parte de la historia, en tanto se experimenta con otros tipos de energía. Y en ese camino, el uso del maíz para crear bio-combustibles amenaza con rivalizar con la producción de alimentos: resultado: el hambre.
Y a un paso de la crisis económica, Estados Unidos invierte 60 millones de dólares para enviar un misil al espacio con el fin de salvar a la humanidad; mientras que, aquí en la Tierra, empieza el desprendimiento de los glaciares, y la amenaza de la contaminación se extiende sobre el océano Pacífico, en forma de una mancha flotante de basura plástica que duplica en tamaño al territorio gringo.
Es así como llega temprano el cumplimiento de las profecías de la Ciencia Ficción. Hoy, Philiph Dick es rey, y Hollywood está en vigencia. Basta con ver los noticieros para ser testigos de cómo se difuminan los límites entre la realidad y lo que una vez imaginamos.
En otros aspectos las piezas siguen sin encajar. Sólo por mencionar los más generales, un día nos dijeron que éramos el futuro, pero también aprendimos a relegar esa responsabilidad, y aseguraron que con el paso de los años las cosas iban a mejorar. Hasta hoy, la espera se alarga. Quién sabe cuánto tiempo más durará.
3 comentarios:
y si nunca hubieramos crecido crees que seria distinta nuestra realidad actual?. Podria ser....
Me dio risa eso que decis del sueter en pleno verano...CABAL!!!.
Me da miedo pensar en el mañana, cuando ya me debiera de asustar el ahora.
buen texto Vania
Quién sabe prosódica. Lo que sí sé es que me da escalofrío pensar en lo que puedan vivir los que están creciendo ahorita. saludos. feliz cumple :)
hola vaniaaaaaaaaaaaa
en brve publicare un mini relato que sale en el diario aca donde el protagonista interactua con chapines en klishe
y para ese si me tuve que esforzar
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